El arte ancestral de la geobiología estudia nuestras relaciones del ser
humano con el hábitat, y las implicaciones que tiene en su salud, conociéndose
como la "medicina del habitat".
Existen múltiples evidencias de que nuestros
antepasados eran maestros en el arte de la geobiología, y vivían en total
armonía con su entorno. No es por casualidad que los lugares más sagrados de la
humanidad (monumentos megalíticos, pirámides, templos, catedrales,...) estén
situados en zonas de fuerte actividad telúrica y alta concentración energética.
Uno de los pilares en los que se apoya el Feng Shui es la Geobiología, disciplina conocida en
la antigua China con el nombre de Geomancia. Hoy ignorada por la mayoría de los
fengshuistas, han llegado hasta nuestros días edictos de la China antigua que
prohibían edificar en las "venas del dragón" o en las "salidas
de demonios" (zonas alteradas teluricamente). Lo que en un primer momento
nos suena a superstición, es hoy en día cuantificable con modernos y
sofisticados aparatos.
La radiestesia también era conocida desde la
antiguedad: un bajorrelieve del segundo milenio antes de Cristo que retrata al
emperador Yu sosteniendo unas varillas de zahorí. Sin embargo, el término
radiestesia no fue acuñado hasta los años veinte por el abad francés Bouly. La
palabra radiestesia esta formado por las palabras latinas "radius"
(radiaciones) y "aisthesis" (sensación).
La palabra Geobiología se compone de 2 partes: geo-tierra y bio-vida. La geobiología reúne disciplinas tan
diversas como la física, la química, la biología, la geología, la geofísica, la
bioconstrucción, las energías renovables, el electromagnetismo, la arquitectura
holística, la domótica, el paisajismo, la radiestesia, la Geometría Sagrada, las prospecciones de agua, metales,
petróleo, etc.
Las zonas que registran radiaciones en
cantidades nocivas para el ser humano se denomina geopatías, o zonas geopatógenas. En numerosas
ocasiones permanecer en zonas alteradas teluricamente muchas horas al día
(cama, mesa de trabajo, etc) es el origen de numerosas patologías, tanto físicas
como psicológicas. Como dice Mariano Bueno, el padre de la geobiología en España "se hereda la
cama, no el cáncer".
No es necesario esperar a que surja la
enfermedad para comprobar los efectos que tienen las zonas geopatógenas en
nuestro organismo. Basta con situar a una persona durante unos minutos en una
zona alterada y comprobar que sus defensas han bajado. Podemos utilizar
técnicas como la kinesiología, aparatos como el Sonotest que mide el biocampo
(radiación del cuerpo etérico de una persona) o el galvanómetro que que miden
la resistividad eléctrica de la piel (en ohmios). Verificaremos que los
músculos pierden fuerza, el aura se contrae y la resistencia cutánea disminuye.
Con aparatos más sofisticados se puede comprobar que la exposición a lugares
vibratoriamente bajos produce un cortocircuito en el cerebro.
La radiestesia, amén de prescindir de todo tipo
de aparataje, llega aún más lejos. Con unas simples varillas, no sólo podemos medir puntualmente la
contracción que se produce en el biocampo de una persona situada en una zona
geopatógena, sino que también nos permite localizar en el cuerpo de una persona
las geopatías provocadas por la exposión continua a un lugar nocivo, antes
incluso de que aparezca alguna dolencia. Es posible, por tanto, señalar la zona
del cuerpo que atraviesa una corriente de agua o el punto que corresponde a un
nudo Hartman. La persona lleva grabada dicha información, pudiéndose detectar
en cualquier momento, no siendo necesario que la persona se encuentre en el
lugar geopatógeno cuando se realiza la medición.

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