lunes, 5 de noviembre de 2012



La población mundial, o mejor dicho, las grandes industrias del planeta, es generadora de una amplia gama de campos electromagnéticos, que van desde los de alta frecuencia como antenas de radio y televisión, radar, microondas, telefonía celular, hasta los de muy baja frecuencia como las líneas de alta tensión, pantallas de ordenadores, redes eléctricas, etc. 

Gran parte de las actividades de muchas personas suelen desarrollarse en ámbitos donde los electrodomésticos y los aparatos eléctricos abundan, permaneciendo gran parte del día bajo la influencia de innumerables campos de radiación de este tipo. Ocurre, entonces, que la población vive rodeada de campos magnéticos. Durante los últimos treinta años la densidad electromagnética del ambiente se ha multiplicado generando un nuevo tipo de polución, intangible e inmaterial, denominada "contaminación electromagnética". 

Desde hace años, la ciencia estudia los efectos biológicos que ejercen sobre el ser humano y los distintos seres vivos los campos magnéticos, ya que el magnetismo, como fenómeno físico, convive desde siempre en perfecta armonía con los organismos vivos. En verdad, la Tierra es un gran imán. Las actividades orgánicas están marcadas por imperceptibles pulsos eléctricos en los que intervienen partículas elementales, que poseen cargas negativas o positivas que se ven afectadas por cualquier campo magnético.


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